Publicado originalmente, en Global Voices, el 7 de julio de 2022.
Pocas personas saben que parte significativa de la historia de la computación latinoamericana proviene de mujeres argentinas. En los años sesenta, se creó el primer lenguaje de programación en Argentina, llamado «Compilador del Instituto de Cálculo» (ComIC).
Un lenguaje de programación es el conjunto de «reglas gramaticales» e instrucciones para una computadora, y esta historia da cuenta de la apropiación tecnológica de programadoras, matemáticas y pedagogas dentro de un contexto histórico lleno de transformaciones tecnológicas y políticas. Es así como las mujeres de la época enseñaron a la primera computadora científica del país «a hablar».
Solo unos años después de que las mujeres pudiesen votar en la Argentina, y en un contexto tumultuoso que vio nacer varias dictaduras, un grupo de estudiantes recién graduadas de la primera generación de la carrera en Computador Científico construyeron ComIC para complementar la computadora nacional «Clementina». En ese entonces, la computación era considerada un servicio público.
Estas historias latinoamericanas no suelen formar parte de la historia reconocida de la computación, y el papel de las mujeres fue borrado u olvidado, aún cuando fueron parte fundacional. La programadora uruguaya Gaba enfatiza a Global Voices que todos tenemos historias de tecnología y es importante recuperarlas.
[Por ello,] recuperar la historia con nuestra tecnología, en este caso la historia en Argentina y mujeres en el desarrollo de la tecnología, también es parte de recuperar nuestra propia historia.
En esa época, la computación no era considerada un campo más masculino, a diferencia de hoy, donde las mujeres son una minoría en las ciencias tecnológicas. La investigadora Sasha Costanza-Chock cuenta en su libro Design Justice:
La poca diversidad en tecnología no ha existido siempre. Inicialmente las computadoras eran personas haciendo cálculos, principalmente mujeres. Cuando la tecnología tomó relevancia, los hombres tomaron la industria.
Los lenguajes de programación tienen la características de ser marcados por su tiempo, y ComIC no es la excepción. El programador y carpintero mexicano Federico Mena Quintero nos cuenta:
La historia de los lenguajes de programación no solo tiene que ver con la forma en que le damos instrucciones a la computadora, sino cómo concebimos las capacidades de la computadora. Porque lo que escribimos en un lenguaje de programación, no es exactamente lo que la computadora puede hacer, [va más allá].
Gaba tiene su propia definición desde su experiencia trabajando en la organización que defiende la libertad en internet con redes y programas abiertos, Tor Project.
[El lenguaje de programación es] una forma de encarar y de estructurar la cabeza sobre cómo hacer las cosas. De cómo explicar. Cada lenguaje de programación tiene su forma de estructurar o de organizar cómo se le dice a la computadora, el lenguaje de programación es para la gente. Esa forma de estructurar cómo vos le explicás a alguien más cómo hacer algo.
En aquella época, la computación era considerada un servicio público, ya que las pocas computadoras disponibles en América Latina eran gestionadas por universidades a disposición de propósitos científicos, académicos y para las propias necesidades de los gobiernos. Por lo que este lenguaje fue desarrollado para la primera computadora científica de la Argentina, también conocida como Clementina, instalada en el Instituto del Cálculo dependiente de la Universidad de Buenos Aires, que era utilizada para resolver problemas que iban desde el estudio de ríos de la zona por medio de modelos matemáticos hasta el procesamiento del Censo Nacional de 1960.
En aquel momento los lenguajes de programación se escribían a la medida de cada computadora y no para un uso extendido en múltiples modelos de computadoras. Por ende, la computadora Clementina es necesaria para contar la génesis de la creación del lenguaje de programación.
Oh My Darling, Clementine
Clementina es el nombre con que bautizaron a lo que fue la primera computadora científica del país, tomada de la canción popular estadounidense Oh My Darling, Clementine, que venía entre los programas computacionales de muestra con la computadora de modelo Mercury. Esta computadora dio servicio entre 1961 y 1971 a dependencias de gobierno de Argentina.
El trabajo más destacado del grupo de mujeres con Clementina fue el del Censo Nacional de 1960. Esta primera tarea tomó treinta minutos, según cuenta la matemática Rebeca Guber, una de las líderes del proyecto, en televisión. Menciona que en los primeros tres años con la computadora daban soporte a todo el Estado argentino porque era la única, fue su mejor época, porque pasó de la primera tarea de treinta minutos del Censo nacional a funcionar las 24 horas, los 7 días de la semana.
En palabras de Manuel Sadosky, quien lideró las gestiones para la compra de la computadora, citadas en el libro Manuel Sandosky, el sabio de la tribu:
Por primera vez se usó una computadora para el desarrollo y la evaluación de los datos, y eso ahorró muchísimo tiempo. Antes, sólo la elaboración de los datos llevaba como diez años.
También el grupo de mujeres han creado el lenguaje de programación ComIC especialmente para Clementina, cuando antes la computadora funcionaba con el lenguaje Autocode. Autocode es el nombre para referirse a un conjunto de lenguajes de programación desarrollados entre 1950 y 1960. Noemí Susana Silvia García, una de la programadoras, cuenta:
Este grupo necesitaba un nuevo lenguaje más amigable que el Autocode, y el proyecto del nuevo lenguaje, que se llamó COMIC (Compilador Instituto de Cálculo), fue desarrollado e implementado en su totalidad por el grupo liderado por el profesor Wilfred Durán e integrado por Clarisa Cortés, Cristina Zoltán, Liana Lew y yo.
Clementina funcionó bien hasta el desalojo violento de estudiantes y profesores de cinco facultades académicas de la Universidad de Buenos Aires por parte de la Policía Federal Argentina en 1966, en lo que se conoce como La Noche de los Bastones Largos. Este evento marcó el fin de los trabajos de investigación y el posterior declive de Clementina, a pesar de los esfuerzos técnicos por mantener operativa la computadora. Las facultades académicas habían sido ocupadas por los estudiantes, profesores y graduados que se opusieron a la intervención política del gobierno militar del general Juan Carlos Onganía en los asuntos universitarios.
Tras el desalojo, se vivió una renuncia masiva. De un equipo de setenta personas, solamente quedaron siete técnicos, resume Rebeca Guber. Muchas del equipo nuclear y fundacional del proyecto bajo el paraguas de Clementina acudieron al exilio. En palabras de Victoria Bajar, la primera programadora egresada de la carrera de Computador Científico:
Hubo una discontinuidad, pero se sembró en otra parte. Y en esas otras partes se combinó con las experiencias de esos otros lugares.
Gaba finaliza preguntándonos por qué se borró esta historia de tecnología y cómo podemos recuperarla:
[Es la importancia de] devolvernos esa historia en donde el desarrollo de tecnología no son personas aisladas en garaje… Que nosotros desarrollamos tecnología en comunidad, desarrollamos tecnología con otres y no totalmente aislados. Que en el sur y en otros lugares que no son ‘primer mundo’ también se desarrolla tecnología.
Fotografía del Programa de Historia de la FCEN – Universidad de Buenos Aires, con permiso de uso con fines de estudio, investigación y docencia «Computadora Clementina» (1962). Editada por Global Voices. Fuente.